Actos del presidente

Ernesto Pedrosa Silva «Hoy en este acto, veo representada una imagen fiel de la universidad, de sus esencias, de sus posibilidades y de las esperanzas colectivas que nos genera»

2018-10-19T18:48:09+00:0011 de abril de 2014|Actos del presidente, Discursos del presidente|

Discurso inaugural de Ernesto Pedrosa Silva no acto de inauguración das Xornadas de Comunicación Institucional e Imaxen Pública o pasado 9 de abril:

CURSO COMUNICACIÓN E PROTOCOLO

Intervención D. Ernesto Pedrosa

Buenos días

Es un gran honor acompañarles hoy en este acto, comprobar la vitalidad de este curso y compartir estos momentos con quienes entregan generosamente su saber y con quienes confían en esta universidad y aprovechan sus capacidades. Son ustedes muchos, y eso, les confieso que me produce, como presidente del Consello Social, una satisfacción especial.  Porque veo representada una imagen fiel de la universidad, de sus esencias, de sus posibilidades y de las esperanzas colectivas que nos genera. Y veo representada, también, una sociedad viva, con inquietudes y expectante ante las oportunidades como las que representa este curso.

Así pues, enhorabuena al director del curso, porque es el de más elevada matrícula de la UVigo,  que este año supera los 350 inscritos, y porque es la actividad más antigüa que se celebra en este Campus. Y gracias también a Fernando Ramos y a los responsables de la Facultad por haberme invitado y por permitirme hablarles unos minutos.

Quiero comenzar diciéndoles que, también en la Universidad,  a veces nos complicamos en exceso. Que un alumno aprovecha su paso por la universidad podría resumirse en una sencilla pedagogía: “Me lo contaron, y lo olvidé; lo ví, y lo entendí; lo hice, y lo aprendí”. Esa podría ser en síntesis la excelencia de una universidad moderna. Pero esta reflexiónla hizo Confucio hace ya 2.500 años. Y les pongo otro ejemplo más reciente, de 1933; el entonces ministro de Instrucción pública y Bellas Artes (que así era su denominación) defendía una universidad en la que se pusiera al alumno en contacto con las cuestiones vivas, reales, que pudieran darle el dominio de la especialidad escogida. Y añadía: “de aquí la conveniencia de acoger y cultivar la idea del tutor universitario, del que, hecho cargo de un grupo pequeño de alumnos, coopera con ellos cotidianamente para vencer obstáculos y habituarlos a la resolución del problema.

 

Ahora mismo, hayan pasado 25 siglos o tan solo uno, estamos en el mismo punto, Bolonia nos ha descubierto poco en este sentido,  y aspiramos a la misma universidad que ya entonces se proponía. Por eso mismo, a veces no se comprende que sea este  un momento en que la Universidad, en general, viva una situación sobreexpuesta, cercada por un afán a menudo desmedido de revisionismo, de dudas, de controversias y de incertidumbre. Estamos tan empeñados en cuestionarlo todo, que quizá las universidades no hayan conocido un escenario tan demoledor en sus casi diez siglos de historia.  Prácticamente está en tela de juicio su existencia al completo, su modelo y su esencia misma. Sí es cierto que la educación superior nos incumbe, nos exige y nos implica más que nunca. Pero la inquisitorial lupa actual pone a las universidades, tal y como las conocemos hoy, en riesgo innecesario. La velocidad a la que se están desarrollando los cambios en la Universidad exigen cuidarse de daños irreversibles,  porque tenemos claro que ninguna otra institución nos puede proporcionar lo que no sabemos y darnos certezas para gestionar el futuro, comprender un mundo tan complejo y confuso como el actual y conducirnos por el camino del desarrollo, la educación, los valores, el progreso yla justicia. Convendría, por tanto, dedicar menos tiempo en volver la vista atrás, y poner los esfuerzos en avanzar

Y en este escenario, quiero resaltar el papel determinante que han de jugar los medios de comunicación. Entre los mayores objetivos a los que debe aspirar una universidad están el reconocimiento, el aprecio y la confianza de la sociedad quela sostiene. Porque ahí es donde se juegan sus resultados y sus recursos. Ahí está la base de todo lo demás, y ahí estamos los Consejos Sociales. ¿Y cómo se consigue esa comprensión?, con visibilidad. Las universidades no alcanzarán sus objetivos hasta que consigan ser material informativo fluido y transparente, hasta que la sociedad las entienda, las integre, las quiera y las sienta útiles. Esa es una razón para que  la Universidad se relacione más con la sociedad, o corre el riesgo de volverse irrelevante, e incluso prescindible.

Y aquí entra de lleno la comunicación como elemento indispensable. Desde el Consello Social que presido la consideramos un componente esencial –junto con los alumnos y los investigadores- y, acaso sea ahí donde reside la mayor potencialidad para hacer posible que la Sociedad y la Universidad fragüen ese proyecto colectivo de futuro al que aspiramos.

Admitido que la comunicación es vital, las universidades precisan todas las ayudas posibles en este terreno: para hacerlas más visibles, más queridas, más respetadas, más conocidas y más cercanas, para entender mejor su existencia, comprender su funcionamiento, sus resultados, sus méritos, sus debilidades… su eficacia. Y, por qué no decirlo, para que sean más importantes para todos, más necesarias y más influyentes.

Sin duda los medios son grandes configuradores de la imagen que los ciudadanos tienen del mundo y de los ámbitos que lo forman.  Los expertos dicen que la prensa es poco eficaz cuando le dice a la gente lo que tiene que pensar, pero es asombrosamente eficaz para decirle sobre qué asuntos pensar, y está admitido que también es capaz para decir qué pensar sobre esos asuntos. La imagen que ofrecen los medios, por tanto, influye en los afectos, el conocimiento y el comportamiento. Intentar que la universidad comunique más debiera ser una aspiración inaplazable, uno de los índices de calidad más valiosos.

Al igual que los anónimos autores de los romances de Fernán González o del  Mio Cid cantaban las glorias de los héroes populares, y sin saberlo contribuían a tallar en las conciencias de los primeros castellanos su sentimiento nacional, nosotros,  cuando transmitamos, difundamos y proclamemos nuestra confianza en la Universidad  estaremos forjando sus pilares con el material de más alta resistencia: el afecto. Quizá lo que más necesitan hoy las universidades: afecto y reconocimiento.

Y este acto que nos reúne hoy aquí forja la alta resistencia del material que debe conducir ese afecto y ese reconocimiento. Pero también fortalece la confianza necesaria, la que transmitirán ustedes si al concluir estas sesiones adquieren la percepción de que su tiempo aquí ha merecido la pena.

Además de lo que supone de formación integral de personas y ciudadanos -en mi opinión lo más importante-  la inversión en formación universitaria representa un claro beneficio personal y social, porque el desarrollo de las sociedades avanzadas exige competitividad, la cual debe estar basada en la adecuada gestión del conocimiento. Dicha gestión se consolida sobre tres pilares fundamentales, en los que la Universidad participa proactivamente: investigación, innovación y formación.

Por eso mismo la sociedad debe invertir en las universidades para potenciar su futuro, y ellas deben estructurarse de manera adecuada (modernización) para ser atractivas en su funcionalidad, y así, atractivas en formación (modelo flexible, abierto y de mayor calidad) y atractivas como colaboradoras de la aplicación del conocimiento (mayor imbricación entre la universidad y el sistema productivo). Es el momento de poner un énfasis especial en la modernización de las universidades para convertirlas en el motor del desarrollo económico, del bienestar y de la cohesión social y para ello es prioritario como estrategia buscar  la excelencia, la competitividad y la internacionalización.

A veces me pregunto ¿qué más le da a la sociedad cómo se organice la Universidad española con tal de que enseñe, forme, ofrezca buena docencia, investigación y distribuya sus recursos con eficiencia? Y con la misma frecuencia me respondo que  la Universidad debe ser más consciente de la necesidad de comunicar, llevando a todas las capas sociales que sea posible, las increíbles aportaciones al progreso y al bienestar que se hacen desde las aulas y los laboratorios. De nuevo, la etapa competitiva que parecer estar desperezándose dejará muy mal paradas a aquellas universidades que no se preocupen de parecer excelentes además de serlo. Pero también pienso que la sociedad debe concienciarse sobre el esfuerzo de quienes entregan su vida al avance del conocimiento para ofrecer una formación óptima e impulsar hallazgos que mejoran nuestra calidad de vida.

 

La formación integral de ciudadanos con espíritu crítico, instruidos, solidarios, libres y comprometidos es un aspecto al que otorgo singular importancia en la misión de las universidades. La universidad no debe desatender la formación educadora y humanística.  La universidad no debe ser ajena a los grandes problemas que se ciernen sobre el mundo globalizado al que viajamos más deprisa de lo que nuestra capacidad de aportar soluciones aconseja. La universidad no puede dar la espalda a los grandes riesgos que se nos presentan, ni a las enormes simas morales que se abren ante nosotros. La universidad no puede asistir impasible a las dificultades, ni ser insensible a las carencias más elementales. La universidad está obligada, como mínimo, a no callar ante las agresiones de cualquier tipo que amenacen la convivencia, la esperanza o el futuro; en cualquier lugar que se produzcan.

 

Y todo ello sin olvidar proporcionar la cualificación y la capacitación inherente al profesionalismo. Porque son tiempos muy exigentes. La profesora  Lynda Gratton, una de las pensadoras de negocios más influyentes que existen ha llegado a la conclusión de que  «quién quiera un trabajo deberá inventarlo a su medida», y añade que «Debemos reinventarnos. Tomar decisiones drásticas y afrontar las consecuencias. La generación que tiene ahora entre 20 y 30 años no tiene perspectivas sólidas. Es una realidad y hay que adaptarse. El mundo se ha convertido en un lugar donde el conocimiento es lo que más se valora. Se vende y se compra. Para hacerse con él hay que esmerarse en aprender constantemente» .

 

Hoy la educación tiene que aspirar a realizar la conexión entre lo que se sabe, o se puede llegar a saber, con lo que se hace o se va a poder hacer. Eso es lo que nos hace competentes en un determinado conocimiento y por lo tanto ser capaces de transformarnos (aprendizaje) para tener más poder de resolución ante lo que se nos presenta. Porque una cosa es saber algo y otra distinta prepararse para hacerlo. Esta  capacidad de aprender  (lo que se llama el saber) es también la competencia que más valoran las empresas. Los indicadores dicen que importa más  que los conocimientos teóricos y prácticos adquiridos a la hora de acceder al mercado laboral.

 

La universidad hace bien cuando interviene en los procesos educativos abiertos fuera de las aulas y de las edades estudiantiles. Y tiene una responsabilidad especial con su entorno, con nuevas metodologías docentes orientadas al aprendizaje durante toda la vida, con la actualización de conocimientos y con las competencias. En iniciativas como esta  que nos reúne aquí es posible debatir, descubrir, compartir, aplicar, comunicar,  liderar saberes, reflexionar  y forjar cultura. Y, por si fuera poco, fortalecen la cohesión social, la igualdad de oportunidades y la comprensión del mundo que habitamos.

Resumo, y termino, en encuentros como este se reconocen los esfuerzos  divulgativos de la Universidad para que su trabajo y su aportación al colectivo social sean reconocidos, apreciados y –sobre todo- valorados.  Son actos sustentados en la indudable autoridad del mundo universitario a la hora de formar, en los que se construye conocimiento nuevo y experiencias que no se pueden estudiar en las aulas. Actos en los que todos somos alumnos que nos formamos a lo largo de toda la vida.

Estoy seguro que aquí adquirirán conocimientos, destrezas, aptitudes. Y espero que también les dejen tiempo para pensar y para la reflexión, para formar esa conciencia crítica necesaria sobre el  espacio en el que habitamos, sobre nuestra convivencia y sobre el mundo global que nos acoge.

Y un último apunte: tengan en cuenta que los idiomas son importantes, que la movilidad cambiará los hábitos laborales y las corrientes de empleabilidad, que el conocimiento no se detiene y que el mundo es cada vez más un cúmulo de avances veloces a los que conviene no darle nuncala espalda. Tanes así que más que de la sociedad de la información o del conocimiento, se habla de la sociedad del aprendizaje: la habilidad más competitiva del futuro.

La que con su presencia hoy aquí demuestran ustedes tener.

 

Muchas gracias.

 

Pontevedra 9 de abril 2014