Hemos organizado y convocado este acto para presentar un libro con el relato de una vida dedicada al oficio más noble y hermoso: la docencia. No se trata de una autobiografía. Es el testimonio personal de cuatro décadas de historia de la educación superior y de la política universitaria en España y Europa. Un libro, por cierto, incluído por la prestigiosa plataforma-web · Educación 3” en su acreditado ránking de favoritos, de entre todos los editados en 2023.
Es un honor presentar a Francisco Michavila, su autor. Ejemplo de generoso, perseverante, avanzado e irrenunciable compromiso con la universidad. Personalidad de talante abierto, criterio claro, fineza máxima y conocimiento profundo y sereno de los asuntos universitarios. Y yo diría que con una máxima en su vida: llenar vacíos que tiene la universidad. Con Europa como gran referencia y atmósfera omnipresente.
Seguro que mi buen amigo Michavila estará pensando, como acostumbra a decir el ilustre y humilde investigador gallego Carracedo, que esto que digo se trata de una exageración total de sus méritos “por la deformación de la realidad debida al afecto”. Pues quizá. Pero corto me quedo. Porque tiene el don de mirar más adentro y más lejos. Y también porque con su magisterio nos enseña que la mejor manera de evitar que las condiciones adversas crezcan y nos hagan peores es combatiéndolas día a día, con naturalidad, mirando siempre con altura y con la inagotable energía del que construye paraísos sin otro fin en la vida. Como ha hecho él estas últimas décadas.
Yo les confieso que soy partidario de no aceptar con carácter general una visión pesimista de las universidades. Universidades mejores propiciarán sociedades mejores, universidades que sean fábricas de soluciones, que tengan “la capacidad y la responsabilidad de cambiar el mundo”, como le oí decir recientemente a un Rector. Universidades -y utilizo una referencia obligada de de la profesora Helena Nazaré-, que no tienen que ser torres de marfil ni pozos de petróleo, sino faros que nos guíen, que es lo que toca ahora, y “que sean potencias éticas de la vida”.
En estos tiempos, en los que a las universidades todo el mundo les hace colonoscopias, nosotros hemos decidido fijarnos antes en la fisiología que en las deformidades patológicas. Porque la universidad es necesaria. Así que a Francisco Michavila, ejemplo lúcido, indestructible y avanzado de compromiso con la universidad, gracias. Las reflexiones que nos presenta hoy son de una extraordinaria importancia, porque están respaldadas por miles de horas de trabajo generoso, de búsqueda, de desbrozar terrenos a veces por igual tan inexplorados como imprescindibles. Argumentos siempre nuevos, siempre robustos, siempre visionarios.
Gracias también al rector Manuel Reigosa y al alcalde Abel Caballero (ausente hoy de este acto por obligaciones sobrevenidas). Así que gracias también a la Concelleira de Educación Olga Alonso, cuya presencia me alegra especialmente porque fue miembro del CS de la UVigo allá por 2008.2009. Gracias por acompañarnos en este acto, por aceptar la invitación del CS. Pero sobre todo por poner a la universidad y a la ciudad de Vigo en el camino por el que pasan los afectos y los valores. Tiene sentido. Porque si lo que se aprende en las aulas es importante, aprender en entornos virtuosos y sensibles como este que nos convoca nos dota de las certezas y fortalezas. Tanto el rector como los responsables del Concello y el propio Michavila tienen en común que se afanan silenciosamente en que vivamos en espacios más humanos, más habitables, y en los que tengamos la oportunidad de ser mejores ciudadanos, instruidos y educados en sentido literal.
Los miembros de la mesa son poseedores de un don compartido: allí donde casi todos veríamos a las universidades ante un horizonte tan fatigoso y amenazante como la travesía por un desierto, ustedes prefieren ver un espacio, sabedores de que los espacios se cruzan. Poseen esa potencia de pensamiento positivo.
En situaciones como esta, rescato el recuerdo del ejemplo de los dos canteros que estaban en la plaza del Obradoiro y un día les preguntaron qué estaban haciendo. Uno dijo picando esta piedra dura que cansa; y el otro respondió yo estoy haciendo una catedral. Del linaje de este último, humildes, animosos y transcendentes, son nuestros invitados presentes en la mesa. Y así debemos reconocerlo.
Amigo Michavila, estoy convencido que para la Universidade será de enorme provecho este libro. Presiento que su lectura ayuda a transformar la existencia misma de la universidad, ensancha su legitimidad social y determina su rentabilidad pública
Para la sociedad también será importante, porque sus conclusiones ayudarán a estimular el compromiso y la confianza en la institución universitaria.
Anímense a leerlo, porque sentirán que entran en una nueva dimensión. Si no fuese así, les quedará como consuelo la afirmación del filósofo Johann Wittgenstein: “merece la pena subir por la escalera para mirar por encima de un muro tras el que quizá no haya nada que ver…pero aún así, el viaje nos hizo más sabios”.
Les agradezco mucho a todos los presentes que hayan elegido estar hoy aquí.
Vigo 17 enero 2024