Bienvenidos al séptimo y último pleno de este año extraño, que no nos ha impedido celebrar el mismo reuniones que en 2019, y tomar un número similar de acuerdo, por encima del centenar.
Dicen los expertos, como Rafael Puyol, que cuando nos despertamos con la pandemia, las necesidades de las universidades ya estaban ahí, y que, superado el desconcierto ocasionado por el virus, conviene darles respuesta. ¿Y cómo debería ser la universidad ideal?, ¿qué deberíamos pedirle?:
- Que ponga en el centro a los alumnos y les enseñe de modo activo
- Que sea profundamente digitalizada
- Que investigue y difunda el conocimiento útil y aprovechable.
- Que responda a las necesidades formativas del entorno
- Que tenga alumnos y profesores extranjeros, lo que se dice glocales.
- Que tenga autonomía y una administración ágil
- Que sea todo lo especializada que pueda.
- Que disponga de suficientes recursos.
- Que esté bien conectada con el tejido empresarial.
- Que intensifique la formación continua en conocimientos y capacidades.
Si damos por buenas estas reflexiones horizontales, fácilmente llegaríamos a la conclusión de que la mayoría de estos objetivos se juegan en el campo de acción de los Consejos Sociales. Porque la misión de acercar a empresas y universidades está en la médula de los Consejos Sociales. Y la centralidad de los alumnos es un sinequanon en este Consello Social.
Por eso creo que las reorientaciones o reformas que necesita la evolución del sistema universitario da a los Consejos Sociales una oportunidad sin precedentes para desplegar sus posibilidades. Y el momento es, estratégicamente, ahora, aprovechando el gran esfuerzo realizado por las universidades, que se vieron sorprendidas por la pandemia y han tenido que acelerar su capacidad de respuesta para hacer en seis meses lo que en circunstancias menos exigidas les hubiese llevado seis años. Baste el ejemplo de que siete de cada diez profesores universitarios no tenían experiencia online antes de la pandemia. Y recordemos que es la obligada digitalización la que, en principio, nos permitirá que no se pierda ni una hora de clase.
Por eso creo que de la crisis debemos sacar conclusiones positivas. Las universidades han ejercitado una potente capacidad de reacción (y Vigo es un buen ejemplo), han mejorado su identificación con las sensibilidades colectivas, han cambiado el ritmo de respiración académica y ha puesto a las personas por delante. Porque somos más conscientes que nunca de que la ciencia y la investigación no sólo nos mejoran la vida, sino que nos pueden evitar perderla.
Y por eso creo que el momento de mirar hacia las inversiones públicas en educación, hacia el talento, hacia la investigación o hacia el mecenazgo, es ahora. Son mochilas que la pandemia ha recargado ante la opinión pública, porque la recuperación económica post-covid pasa por profesionales bien formados; la confianza pasa por las vacunas; y la solidaridad no se entendería sin el gran rearme moral compartido que ha traído el virus a toda la sociedad.
Así pues, hacia cualquier lugar al que miremos buscando respuestas o posibles soluciones, encontraremos a la universidad. Y probablemente, si la protegemos, la ayudamos y le exigimos más, el futuro no se habrá deteriorado excesivamente cuando todo esto pase.
Por eso es una buena noticia que el Ministerio de Universidades esté preparando un decreto de mínimos que deben cumplir las universidades, por encima de su condición o naturaleza, para poder ser aceptadas y denominadas como tales (por ejemplo que ofrezcan un mínimo de investigación, que centren la docencia en grados y no sólo en masters, que oferten al menos 10 carreras, o que ofrezcan formación en al menos tres de las cinco áreas de conocimiento), quedando fuera de esa nomenclatura otros centros que están actuando más como academias, colegios o centros de estudios superiores, donde la docencia puede ser muy buena pero no les bastará para poder llamarse universidades. La CRUE ha acogido bien el borrador señalando que es para universidades públicas y privadas, y que no se trata de cerrar unas ni de frenar otras nuevas, sino de garantizar que todas cumplen unos requisitos mínimos e imprescindibles para poder llamarse universidades. Y esos requisitos se aplicarán de forma retroactiva a todas las universidades, incluyendo las que están en proceso de creación. Creo que esta iniciativa trae claridad, rigor, competitividad y garantías al sistema universitario. Y evitará debates extraños a lo esencial, que es la formación, investigación y el conocimiento de calidad.
Hay un último componente que quiero traer aquí, e incluso ponerlo por delante: y es no perder de vista las situaciones de emergencia en el entorno universitario. Y quizá crear un sistema de atención específica para los afectados por la crisis, sean alumnos obligados a abandonar por carecer de recursos o sean mujeres científicas afectadas por lo que el Rector califica “brecha de cuidados”, al ver mermada su producción científica durante el confinamiento, mientras la de los hombres creció. Esta es otra de las muchas enseñanzas que estamos recibiendo, y por las que insisto en que saquemos conclusiones para trabajar en positivo, porque nos están descubriendo zonas de mejora que quizá en circunstancias normales habríamos tardado más en descubrir.
En esa dirección hemos convocado de nuevo el Premio Consello Social UVigo Humana, para reconocer la labor de personas físicas, instituciones y ONGs que destaquen por su trayectoria en cualquier ámbito vinculado a la solidaridad y la cooperación, y que en esta edición han correspondido a la Asociación Provivenda (una asociación que ha posibilitado el acceso de más de 300 personas a una vivienda digna en Galicia) y al Fondo galego de Cooperación e Solidariedade (que actúa en la cooperación internacional para reducir la pobreza y las desigualdades sociales en países del sur).
Entre la documentación que se les remitió para el pasado Pleno, habrán visto el informe que hemos enviado desde el Consello Social al Parlamento de Galicia, a petición de su presidente, sobre el impacto de la Covid-19 en la UVigo. Un pormenorizado, laborioso y revelador documento elaborado dentro del Observatorio de egresados, por los profesores Luis Espada y Víctor M. Cacharrón, que será presentado y editado en próximas fechas.
Mención expresa merece también el tercer Plan de Igualdad aprobado por la UVigo a aplicar entre 2020 y 2024, y en el que el Consello Social tuvo una participación activa en sus orígenes.
Abro un apartado especial para las cifras de record en los datos de nueva matriculación que ha registrado la UVigo, que nos presentó la vicerrectora de Alumnado en el pasado Pleno, y a la que le quiero agradecer su aportación, ante la imposibilidad técnica de hacerlo en la anterior sesión, por lo que les pido disculpas.
Y debo hacer una mención al Plan Estratégico de la UVigo para 2021-2026, que viene hoy a este Pleno después de pasar por el Claustro y por el Consello de Goberno, y que es un documento esencial para que vehiculicemos las zonas de paso entre la universidad y la sociedad. La ley autonómica en Galicia no otorga competencias a los Consellos Sociales en este asunto (otras comunidades sí lo hacen), pero igualmente lo incorporamos al orden del día, porque no hacerlo parecería contradictorio vistas las competencias que la LOU sí encomienda a los Consellos Sociales como institución. Agradezco la asistencia del director del Plan, Jacobo Porteiro, a esta sesión para explicarnos el documento, y agradezco la valiosa aportación realizada a los trabajos del Plan por Elvira Larriba, Jesús Graña y Manuel González, en representación de este Consello Social y en los que también tuve el honor de participar; e incluso de Juan M. Vieites, que asistió como vicepresidente de la CEP.
Ya para finalizar, les informo de que la CCS ha retomado las reuniones con el Ministerio de Universidades, para hablar del plan para la digitalización de la educación superior que va a presentar el Ministerio para el uso de los fondos de reestructuración comunitarios, del nuevo Estatuto del PDI, y del inicio del proceso que comenzará en enero para la reforma de la LOU.
También una representación de la CCS se reunió con el ministro de Ciencia e Innovación, para impulsar un Pacto por la ciencia y la innovación sobre tres áreas básicas: aumentar la dotación pública y la inversión privada en I+D (hasta alcanzar el 2,12% del PIB en 2027 –en 2018 estaba en el 1,24%-); mantener una estructura coordinada entre Gobierno y CCAA que evite las provisionalidades políticas; y el fomento de carreras estables.
Termino dando la bienvenida al alumno Daniel Couto como representante en el Consello Social, reelegido por el Consello de Goberno en su reunión del 20 de noviembre. También doy la bienvenida a Juan José Santamaría como nuevo representante de UGT, en sustitución de Manuel González Piñeiro, que también nos acompaña hoy como invitado y al que le reconozco y le agradezco su proactiva y constructiva participación durante los últimos cuatro años. Y en este capítulo incluyo la gratitud al director de Administración de la UVigo, Rodrigo Cerviño, por su permanente disposición a aportar las explicaciones que se solicitan desde el Consello Social.
Debo añadir al respecto que este Pleno culmina un período de cuatro años de la actual composición de este Consello. Ante la eventualidad de que pudieran producirse variaciones antes de que volvamos a encontrarnos en la próxima reunión, cautelarmente quiero agradecerles a todos, sus aportaciones, expresamente a los que no continúen. Agradecimiento por sus asistencias y por el tiempo que han dedicado a la universidad durante una etapa especialmente controvertida, exigente e incierta. Me gustaría pedirles a todos, e independientemente del escenario en el que se encuentren, que mantengan activo su compromiso, su abrigo y su defensa de la institución universitaria.